Recuerdo
Amanece en Lisboa. Tras la neblina del tabaco surge un poso de luz en el Adamastor. Será que la clarividencia renace con el Tajo o simplemente es que acabo de comer cachupa en un caboverdiano clandestino mientras trataba de conquistar a un gato rosa? Es que con esta ciudad nunca se sabe.... y menos desde estas alturas de tejados rojos y destellos metálicos.
Lisboa es propensa a engaños. A sutiles transformaciones que convierten en perenne lo que apenas era un deslumbramiento fugaz. Suele pasar con las ciudades canallas. Las que exhiben más que muestran. Las que te atrapan en su languidez. Las que guardan sus mejores secretos detrás de cualquier puerta, de fonéticas imposibles y eternos lamentos.
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