Ahora
No me preguntes por las palabras que se dicen cuando todas las lecciones son aprendidas y ha llegado el momento de vomitarlas. Sólo respondo por este instante de presunta incoherencia, cuando no tengo que ajustarme ni a un párrafo de cuatro líneas ni a una determinada realidad. También quisiera ser una metáfora de los labios lanzada en el Bairro Alto pero algo me oprime. Parece un tapón. Parece una certeza. Lo que me sujeta debería ser motivo para liberarme pero no es así. Por eso reservo para otra paginación las miradas que se pierdan mientras el semáforo está en rojo.
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