Tuesday, August 16, 2005

EL GRITO

Tenía veinte años cuando abrí los ojos y sentí por primera vez el peso de nuestra condición. Grité, como Munch, como muchos otros desde hace tanto tiempo...

"Padre nuestro que estás en la nada", rezó Hemingway
"Somos carencia y búsqueda", se consoló Octavio Paz
"La única verdad es que no hay ninguna verdad absoluta", se contradijo el psicólogo
"Soy la voz del hombre (...) que pide cuentas de porqué y para qué", observó el poeta
"La esperanza es el conocimiento completo de las cosas", matizó Cunico
"El hombre sabe que el mundo no está concebido a escala humana", ratificó Malraux

En esa época intenté leer algunos libros de psicología (siempre preferiré la poesía o la vida para ciertos desórdenes) pero algunos eran demasiado técnicos, otros muy ligeros. Ya no recuerdo ninguna doctrina ni remedio mágico pero sí que uno de ellos estaba ilustrado con El Grito y con Altazor...

"Altazor, por qué perdiste tu primera serenidad?
Qué ángel malo se paró en la puerta de tu sonrisa con la espada en la mano?
Quién sembró la angustia en las llanuras de tus ojos como el adorno de un dios?
Por qué un día de repente sentiste el terror de ser?"

Desde entonces, ese cuadro y esos versos de Vicente Huidobro simbolizan el desasosiego inicial y no puedo revisitarlos sin un escalofrío. Sin sentir la desnudez, la miseria. La angustia y la fragilidad son un combate perenne. La primera mirada asustadiza sólo fue substituida por la necesidad de cerrar los ojos para recomponer la estructura y dulcificarla. Construir las respuestas. El falso sentido que oriente. Creer en él. Defenderlo.

En el Munch Museet de Oslo y en las colecciones de Bergen no sólo vi una versión de El Grito sino también variantes posteriores, como Ansiedad, que perturban de la misma manera por que la pintura de este hombre es incómoda. Quien busque la complacencia o el deleite que se dirija a otro lugar por que incluso los cuadros más coloridos, como los paisajes noruegos, la Casa Roja o la Muerte de Marat, son dolorosos, dramáticos. Reducen al ser humano a su insignificancia. Mi rostro podría ser uno de los que pasean por la Karl Johans Gate o de los que danzan por la vida. Los que velan a los muertos. Los derrumbados. El asesino.

De regreso a casa, ésta que he conseguido considerar como tal y que dejará de serlo en breve, he releído el poema de Huidobro...

"Soy yo Altazor el del ansia infinita
Del hambre eterno y descorazonado
Carne labrada por arados de angustia
Cómo podré dormir mientras haya adentro tierras desconocidas?
Problemas
Misterios que se cuelgan a mi pecho
Estoy solo
La distancia que va de cuerpo a cuerpo
Es tan grande como la que hay de alma a alma
Solo
Solo
Solo "

... y he rebuscado el libro de Malraux donde escribí lo que sentía en aquel momento.
Hay historias circulares. La portada de "Los nogales del Altenburg" es, de nuevo, Munch.
Parece que hay imágenes que nos devuelven al mismo punto de partida

DESTRUIR LA EVIDENCIA ENFRENTÁNDOLA AL CAPRICHO INDIVIDUAL DE LAS CERTEZAS A MEDIDAS

y a la misma indecisión. Ignoro si he aprendido algo o si he permanecido en reposo a pesar de tanto movimiento.

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